El reloj “inteligente” comienza a vibrar a las 5 am, desplegando un insulso mensaje castellanizado de “venga, a darlo todo, hoy es un buen día”, Obrero 9 procede a levantarse (pasmosamente) para caer en la rutina diaria. Desayuno copioso, vitaminas varias, capsulas con extractos herbaceos de “nosequechingadoses-perolovienelinsta”, beso a Dama 6, con la que comparte el lecho y a dar el grito de guerra a la descendencia, en señal de que es momento de partir hacia los más de 40 min de trayecto a la escuela, para proseguir al motor del bucle.
No han transcurrido ni 3 kilómetros y Obrero 9 ya ha proferido dos discretas pero sentidas mentadas de madre, unos 8 “si serás pendejo” (en voz baja) dedicadas a los otros obreros que navegan por los ríos de tráfico, no sin antes comentarle a Descendiente 1 y Descendiente 2 que no es correcto gritarles a otros automovilistas, no importa lo idiotas que estos sean. Procede a dejarlos en el centro escolar y antes de dirigirse al motor del bucle, pasa a comprar un café negro, para el cual tuvo que responder un sinfín de preguntas a un adolescente–al que denominan “barista”–respecto al tipo de agua, temperatura, grano, intensidad, cantidad de ml y una definición profusa sobre la obscuridad del término: café negro.
Tan pronto ingresa al motor del bucle, procede a esbozar una tenue pero profesional sonrisa, seguida de repetidos buenos días, buenos días, buenos días, que lo impulsan hasta llegar a esa guarida sagrada llamada cubículo; presiona el botón de encendido de su computadora y en automático se da por iniciada la gesta laboral. Apertura del correo electrónico y un documento “oficial” (por aquello de las pistas de auditoría del departamento de sistemas) procede a redactar el 1er de un cerro de correos electrónicos, a los cuales precederá de manera automática—pero profesional y sincera muletilla—“Estimado Cliente6666, esperando te encuentres bien…”.
Mitad de jornada, el “tuper” con los restos de una carne con chile, yace a un lado de 69 reportes estadísticos de “tintaypapelquepudieronserunbonitoorigami”, Obrero 9 sabe que solo quedan 45 min de jornada en el motor del bucle, por lo que procede a dilatar la firma de los reportes, para proceder a “brainrootearse” en su teléfono (supuestamente inteligente) consumiendo imagines de seres con sendas sonrisas luminosas, en lugares paradisiacos, videos cortos con frases matonas de aliento, superación y fe, acompañados de anuncios y fake news que el algoritmo, que se cree y nos cree inteligentes, cree que necesitamos. Ensimismado en la última jugada estelar de su equipo favorito de los 90’s, Obrero 9 es interrumpido por una serie de notificaciones que le alertan sobre la fecha de pago próximo de 4 de sus 6 tarjetas de crédito; habiendo procedido a hacer click (de manera gallarda) en el botón de pago (del monto mínimo) de sus 4 plásticos, procede a emprender el regreso al hogar.
Pasadas las 7 pm, Obrero 9 es recibido en casa por Descendiente 2, quien le pide practique con él los tiros de futbol al estilo Messi y Cerresiete, Canino 0 ladra y brinca con el juguete en la boca. Descendiente 1 reta a Obrero 9 a una batalla en la luna de Endor contra el imperio, en la consola de videojuegos y Dama 6 transita apurada recogiendo centenar de objetos quirúrgicamente esparcidos por la descendencia. Llega la paz nocturna en el alternador del bucle, ambos Descendientes duermen, previo al berrinche nocturno y el chantaje sobre la higiene bucal. Canino 0 yace tendido en el patio mientras que Obrero 9 se debate entre encender la televisión, leer una novela de Castellanos o embeberse en el nuevo opio de las masas, irónicamente llamado teléfono inteligente; procede con el aparato manual que aunque inteligente, requiere de una huella dactilar para activarse y se pierde entre micro videos y pixeles auditivos, acompañados de la reseña puntual que hace Dama 6 sobre su día y recordándole sobre la reservación del hotel, donde pasaran los 6 días de vacaciones familiares anuales. Obrero 9 pretende dormir, no sin antes apagar su teléfono (por aquello de que las agencias de inteligencia gubernamentales, o los bancos lo escuchen murmurar en la alcoba), besa a Dama 6, quien desde hace rato se abandonó a los brazos de Morfeo y procede a apagar la luz, no sin antes levantar su muñeca izquierda y verificar, de manera “inteligente”, que su reloj esté listo para sonar a las 5 am del día siguiente y así, proseguir con bucle cotidiano.

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